Inicialmente adquirida, en 1712,
por el capitán don Antonio Ramírez de Arellano y por el maestre de campo don
Antonio Rodríguez de Taboada, por remate público de tierras realengas
compuestas por los mismos. En esta composición estaban comprendidas las tierras de
lo que sería la hacienda de Jaguay Negro (Piura) y la hacienda La Seiba (Loja).
En el año 1752, el heredero de don Antonio Rodríguez de Taboada, el alférez
real don Juan Gerbacio Rodríguez de Taboada y Céspedes, vende al convento de
Predicadores del Santísimo Sacramento de la ciudad de Loja, representado por
Fray Gregorio Duarte. En el año 1756, El convento mencionado y por medio del
mismo fraile, vende la parte de la hacienda que se ubica en la jurisdicción de
Piura, conocida como Jaguay Negro, mientras que el treinta de abril de 1758, el
mismo fray Gregorio Duarte vende la parte que quedaba de la hacienda, conocida
desde entonces como La Seiba, que corresponde a las tierras
ubicadas en la jurisdicción de Loja, el comprador es el Maestre de Campo don
Manuel Ramírez de Arellano, según “instrumento dado ante el teniente de esta
provincia don Jacinto Ramírez aprobada por el gobierno de Loja el 20 de junio
de 1758”.
En el año 1799, en un auto
fechado en Loja el once de marzo, doña Joaquina Ramírez “dueña de la hacienda
de la Seiba” da cuenta de la participación de la mencionada doña Joaquina en un
litigio por invasión de sus tierras, en el sitio de Pilares, por parte de los
herederos de Jaguay Negro: “Visto el expediente promovido por doña Joaquina
Ramírez, poseedora de la hacienda La Seiba, en términos del pueblo de Celica,
jurisdicción de este gobierno, calificando el despojo que en las tierras del
sitio de Pilares, adyacentes a dicha hacienda …”. En un decreto del escribano
público y juez comisionado, don José Mariano de Araus, dado en Zapotillo el
cinco de diciembre de 1799, se dá por presentada la petición de don Manuel
Ramírez de Arellano “marido y conjunta persona de doña Joaquina Ramírez, dueño
legítimo de la hacienda La Seiba”. “[…] para que en ningún tiempo padezca
defecto de nulidad, por no constar en los autos la venia y licencia que le tuve
conferida para que defendiese sus propios derechos, como dueño legítimo de la
hacienda, para obviar este inconveniente, desde luego le confiero y comunico la
dicha licencia en toda forma de derecho, el cual mediante -a Vuesa Merced pido
y suplico se sirva mandar acumular a los autos este pedimento”. En este
litigio, es amparado el derecho de doña Joaquina y el siete de diciembre de
1799 se procede a dar posesión y amparo dado en la
bocana de la quebrada de Pilares, por medio de su hijo legítimo, de primer
matrimonio, don Bernabé Duarte y Ramírez.
Creemos que don Bernabé Duarte y
Ramírez, casado después con doña María Felipa Acosta Baldés, en hermano de doña
Narcisa Duarte y Ramírez, hijos de don Mariano Duarte y doña Joaquina Ramírez,
los mismos padres que aparecen en dos registros de bautismo asentados en la
parroquia de Querecotillo: Mariano Duarte y Ramírez, en 1783, en la capilla de
Chocán y José Fructuoso, en 1784, en la capilla de la Solana. Doña Joaquina se
casa, por segunda vez, con don Manuel Ramírez de Arellano, parece que en 1787,
según un registro del nueve de diciembre, en Zapotillo. Doña Joaquina, fallece
en 1806, se registra el acto en la parroquia de Celica anexo del Zapotillo,
viuda de más de cincuenta años, fueron testigos, don Calisto Ramírez (hijo de
don Manuel) y Manuel Baldés (cuñado de don Manuel).